martes, 8 de junio de 2010

Lectura del finde

Un hombre de negocios pasaba sus vacaciones en un pueblo costero. Una mañana advirtió la presencia de un pescador que regresaba con su destartalada barca. “¿Ha tenido buena pesca?”, le preguntó. El pescador, sonriente, le mostró tres piezas: “Sí, ha sido una buena pesca”. El hombre de negocios miró al reloj: “Todavía es temprano. Supongo que volverá a salir, ¿no?”.

Extrañado, el pescador le preguntó: “¿Para qué?”. “Pues porque así tendría más pescado”, respondió el hombre de negocios. “¿Y qué haría con él? ¡No lo necesito! Con estas tres piezas tengo suficiente para alimentar a mi familia”, afirmó el pescador. “Mejor entonces, porque así usted podría revenderlo”. “¿Para qué?”, preguntó el pescador, incrédulo. “Para tener más dinero”. “¿Para qué?”. “Para cambiar su vieja barca por una nueva, mucho más grande y bonita”. “¿Para qué?”. “Para poder pescar mayor cantidad de peces”.

“¿Para qué?”. “Así podría contratar a algunos hombres”. “¿Para qué?”. “Para que pesquen por usted”. “¿Para qué?”. “Para ser rico y poderoso”. El pescador, sin dejar de sonreír, no acababa de entender la mentalidad de aquel hombre. Sin embargo, volvió a preguntarle: “¿Para qué querría yo ser rico y poderoso?”. “Esta es la mejor parte”, asintió el hombre de negocios. “Así podría pasar más tiempo con su familia y descansar cuando quisiera”. El pescador lo miró con una ancha sonrisa y le dijo: “Eso es precisamente lo que voy a hacer ahora mismo”.

jueves, 3 de junio de 2010

Pies

Julia vive una vida dentro de lo normal. Tiene veintitodos, un buen puesto en el departamento de marketing de una conocida multinacional y una animada vida social. Además, vive en un piso de ahora soltera en el centro de Madrid, y digo de ahora soltera porque hubo un tiempo en el que no lo fue. Julia compartía piso, cama, duchas y sofá con Julio. Menuda pareja maravilla de la semántica, decían algunos. Pero Julio se fue, o se fue ella.

El caso es que Julia tiene una manía: observa mucho los pequeños detalles. Cuando hablamos de personas y rasgos físicos Julia pasa de los ojos, la sonrisa o el pelo, Julia se fija en los pies. Obviamente no ha visto nunca los pies de, por ejemplo, su jefe, pero ya los tiene pensados en su cabeza, y así con un montón de personas.

Había una cosa de Julio que Julia no soportaba al principio, y es que los dedos gordos de sus pies eran demasiado grandes y torcidos, muy feos vamos. Además tenía la costumbre de llegar a casa de ella y descalzarse tranquilamente. Pero claro, llegó un momento en el que Julia y Julio se reían de todo eso, y a ella le parecían lo más particular de él, lo que le daba personalidad. Ese fue el momento en el que Julio trasladó al piso de Julia algo más que el cepillo de dientes.

Ahora Julia ve a otros hombres. Ellos también visitan su piso y comparten su cama. Pero ninguno de ellos se quita los zapatos al entrar, y tampoco tienen con qué lavarse los dientes. Además, no tardan demasiado en salir, y Julia no tiene interés en ir más allá.

Julia también ve a un psicólogo. Es una enferma más de la vida moderna. Le cuenta cosas y él intenta archivarla dentro de un catálogo de comportamientos de moda. No sabe si se siente mejor, ni siquiera saca nada en claro. Aunque hay algo que no le permite dejar de ir a hablar con él, y es que Julia sabe que su psicólogo tiene los pies más bonitos del mundo.